Por Lluïsa Alcalde.
El reciente asesinato de María Belén, trabajadora social, y compañera, en un centro de menores tutelados en Badajoz, y en el Día Mundial del Trabajo Social (18 de marzo), nos incita a reflexionar sobre la importancia de esta gran labor vocacional en la construcción de un mundo más sano, equitativo y solidario. Este trágico suceso no solo visibiliza las condiciones en las que se interviene con menores en conflicto y con violencia, sino los riesgos a los que podemos estar expuestos los profesionales del ámbito social.
Los centros residenciales temporales para menores, mediante la coordinación y supervisión de la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia (DGAIA), tienen la responsabilidad del cuidado y de la educación de aquellos menores de los que su familia no puede hacerse cargo mientras no cumplan la mayoría de edad. La diferencia entre los Centros Residenciales de Atención Educativa (CRAE) y los Centros Residenciales de Educación Intensiva (CREI) radica en que estos últimos acogen tutelados con alteraciones en la conducta provocadas por actitudes problemáticas, y cuyo objetivo se centra en enseñarles posibles soluciones y alternativas, ofreciéndoles herramientas que no solo garanticen sus derechos.
En mis años de desempeño docente, como educadora social y coordinando proyectos con predelincuentes menores con variables socioculturales, jamás hemos recibido visitas, “in situ”, ni de inspectores ni de políticos locales ni nacionales de ninguno de los correspondientes departamentos de educación o sociales, que escogidos a dedo y con sueldos que cuatriplican los nuestros, carecen de interés, y de formación, en dichos ámbitos.
Con o sin ayuda profesional y colectiva, necesitamos tomar el control de aquello que nos corresponde y de lo que somos responsables como sociedad e individuos y en cada uno de nuestros distintitos roles y cargos sociales, en esta sociedad hostil representada por una industria petrolera y farmacéutica interesada en maximizar beneficios y cuyo único propósito es siempre económico, que perpetua la dependencia a sustancias químicas, fomentando una sociedad enferma y polimedicada, menos crítica pero más violenta, y con menor coeficiente intelectual.
Todas las experiencias vividas de forma traumática, especialmente en la infancia, causan enfermedades mentales y físicas. Por eso es necesario educarnos de forma consciente, tomando el control de nuestra salud y de nuestro propio pensamiento, de la voluntad de mejora y trabajando con el corazón para construir un mundo, conjunto, con alma.
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1 comentario
Al parecer habría otra compañera (trabajadora social de la cruz roja), embarazada, supuestamente asesinada en un CRAE en Logroño. Pero no interesa que se sepa y se conozcan otros posibles casos de homicidios a cargo de menores, y ya sea en entornos tutelados, o no.
https://www.eldiario.es/la-rioja/logrono/fallece-trabajadora-social-piso-emancipacion-juvenil-cruz-roja_1_11291751.html
Más allá de nuestro aporte a la sociedad y de nuestra vocación de servicio, como educadores y gerentes de felicidad, se debería construir una vida plena a través del trabajo y de la familia nuclear (propia) que nosotros decidimos construir. Trabajar para superarnos en vez de para sostenernos, con horarios y salarios dignos, y a la altura de la labor que se desempeña.
Luisa Alcalde