SI NO QUIERES ESTUDIAR, LA CULPA NO ES SIEMPRE DEL MAESTRO
- 15/11/2021
- Publicado por: Toni García Arias
- Categoría: OPINIÓN

Por Toni García Arias.
La motivación del alumnado, junto con los deberes, siempre ha sido uno de los temas más polémicos del ámbito académico. Por redes sociales e incluso en publicaciones de periódicos, miles de personas se lanzan a acusar -y digo acusar- a los docentes de que no saben motivar a los alumnos. Está claro que opinar es gratis, ya que para opinar no hace falta saber. De hecho, en España, da la sensación de que todos los españoles tienen la carrera de magisterio nada más nacer. Sin embargo, el tema de la motivación del individuo no es tan simple como las mentes que dicen que todo el problema radica en el maestro, sino que es de una complejidad multifactorial cuyas relaciones son enormemente complejas.
¿Qué es la motivación?
Empecemos por el principio; ¿qué es la motivación? De un modo sencillo, podemos decir que la motivación es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta de la persona hacia metas o fines determinados. Esta motivación se “alimenta” de motivos, y esos motivos pueden ser de diferente naturaleza; racionales, emocionales, egocéntricos, altruistas… Así, mientras a unos les motiva el amor para realizar una determinada acción o para conseguir una meta, a otros les motiva la envidia, los celos, la vanidad o el miedo. Por esa razón, para estudiar y lograr una titulación, a una persona puede que le motive no ser pobre como sus padres y para otro, lo enrollado que es el profesor de física y lo chulas que son sus clases. Así es el ser humano. Diverso y complejo.
La motivación en la escuela
Cuando hablamos de motivación en el ámbito educativo tenemos que tener en cuenta los distintos tipos de motivaciones que existen. En un primer lugar, existe la denominada Motivación Intrínseca, que nace del propio individuo por el gusto o placer de estudiar. En segundo lugar, existe la Motivación Extrínseca, que se debe a la utilidad que encuentra el individuo en lo que pueda derivar el haber estudiado.
Cuando la voluntad emana del propio individuo, la tarea para el docente resulta fácil. El alumno tiene ganas de estudiar, le gusta estudiar, disfruta estudiando, y el docente tan solo tiene que cuidar ligeramente esa motivación para que no decaiga. Aunque no tan deseable, la voluntad extrínseca que nace del individuo por encontrar utilidad a lo que hace, también puede resultar útil en el plano educativo. El alumno no es un amante del estudio, estudiar no es su principal ilusión, pero entiende la finalidad y se compromete consigo mismo para conseguir un objetivo, ya sea un aprobado o la consecución de un título académico.
Sin embargo, existen ocasiones dentro del proceso de Enseñanza – Aprendizaje en las que el alumno no cuenta con ninguna de esas dos motivaciones. Evidentemente, no podemos introducir en el alumno un líquido que le haga adquirir de repente una motivación intrínseca, por lo cual no nos queda más remedio que recurrir a la motivación extrínseca. Dentro de la motivación extrínseca, podemos distinguir entre Motivación Extrínseca Instrumental y Motivación Extrínseca Moral. La Motivación Extrínseca Instrumental es aquella en la que el alumno comparte los objetivos propuestos y la utilidad del estudio como medio para lograr lo deseado. Como ejemplo, la utilidad de estudiar la asignatura de biología para ser veterinario. En segundo lugar, podemos encontrar la Motivación Extrínseca Moral, que se refiere a aquel alumno que no viendo la utilidad de lo estudiado lo hace porque así lo desean quienes le rodean, principalmente los padres o la familia.
Aun así, podemos encontrarnos en las aulas con alumnos que no posean ninguna de estas motivaciones; ni por propia voluntad, ni por la utilidad que le ofrece el estudio, ni porque así lo deseen sus padres. Entonces hay que acudir a la Motivación Extrínseca Moral. Dentro de la Motivación Extrínseca Moral, podemos encontrarnos con quienes lo hacen por complacer y quienes lo hacen por obligación.
Cuando tenemos alumnos cuya motivación radica en complacer a sus padres, aunque no es lo más deseable, se facilita en cierta medida la tarea motivadora del maestro, ya que el alumno intentará aprender para aprobar y así complacer a su familia. Sin embargo, si el alumno no tiene ninguna de todas estas motivaciones, la tarea de enseñanza se vuelve más dificultosa, ya que la única motivación a la que se puede recurrir es la Motivación Extrínseca Moral por Obligación.
Es precisamente en este punto donde nos encontramos con la verdadera dificultad para enseñar, y donde estriban las principales diferencias entre los defensores de la cultura del esfuerzo y sus contrarios; es decir; entre los que defienden que -si no existe otra posibilidad- el alumno tiene que estudiar por obligación y aquellos que defienden que el maestro debe buscar a toda costa y conseguir que el alumno posea alguna de las motivaciones que no sea la obligatoriedad. Sin embargo, como ya hemos visto, esto es tremendamente complejo, ya que quizá sí podamos conseguir que el alumno esté motivado para realizar una actividad divertida o dinámica puntual de clase, pero no con la finalidad de aprender u obtener un aprobado, sino con la finalidad de divertirse, por lo que es muy difícil que mantenga esa motivación a lo largo de todo el tiempo que duran las diferentes etapas obligatorias. Por decirlo de otro modo; a veces podemos conseguir que los alumnos se motiven por realizar una actividad (corto plazo), pero no por aprender y por estudiar (largo plazo). Es la diferencia entre “amar las actividades” y “amar el aprendizaje”.
Esfuérzate y llegarás a ser repartidor de pizzas
Pero profundicemos un poco más. Las capacidades, las motivaciones, las inquietudes de los alumnos, junto a las expectativas y estudios de los padres, determinan de alguna manera los estudios de los alumnos (también el sistema educativo; un sistema educativo que premia a un tipo de alumnado, pero de eso hablaré otro día). Así, hay alumnos a los que les resulta muy sencillo aprobar sin hacer gran esfuerzo mientras que otros deben esforzarse mucho para lograrlo. El debate de la cultura del esfuerzo también está muy de moda hoy en día y, aunque no nos demos cuenta, el esfuerzo está ligado a la motivación. Y del esfuerzo voy a hablar ahora.
Un chico de 18 años llega al instituto con un BMW último modelo. Lo ha fichado un equipo de fútbol de 2ª división y su sueldo los dedica a darse caprichos y lujos. Quiere ser como Messi, así que tiene claro que va a dejar el instituto. Sale con una chica del instituto que luce unos modelos carísimos. Es una chica que, a través de Instagram, se ha convertido en “influencer”. Ambos son el ejemplo del éxito. No solo están forrados, sino que, además, son admirados por todos. Mientras, el pringado que ha estudiado una ingeniería está repartiendo pizzas en una bicicleta comprada por él mismo por las calles de Madrid para una cadena internacional. Tiene suerte, porque en un país donde 1 de cada 3 jóvenes está en el paro, tener trabajo es un éxito. Obviamente, no se puede independizar, porque entre el precio de la luz, del gas, la gasolina, la wifi, el agua y el alquiler de la vivienda, no le quedaría dinero para comer, a menos que robara los trozos de pizza que les sobran a sus clientes.
Cuando el esfuerzo por el tiempo que uno dedica a obtener sus estudios es proporcional a la recompensa (en empleo y sueldo) uno puede mantener el grado de motivación y esfuerzo para llegar a su meta. Sin embargo, si no es proporcional -sobre todo en un país donde ya por tradición su sociedad no valora los estudios sino el éxito rápido- muchos adolescentes analizarán los pros y los contras, el sacrificio y la recompensa, y dedicarán más esfuerzo a ser youtubers que científicos, por mucho que el ministerio luego lance campañas publicitarias en los medios de comunicación. Así que, quizá -solo quizá- cuando hablemos de la cultura del esfuerzo o de la motivación, tal vez deberíamos dejar de mirar tanto a la escuela y preocuparnos por qué tipo de cultura del esfuerzo les estamos transmitiendo a nuestros menores para que realmente vayan a la escuela motivados desde casa.
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Autor:Toni García Arias
