Ángel Ubach no solo trabaja con niños y adolescentes en el aula, sino que también convive con ellos en casa. Como padre de seis hijos y psicólogo escolar en el Departamento Psicopedagógico del Colegio Reial Monestir de Santa Isabel de Barcelona, su vida gira en torno a comprender y guiar a los jóvenes en una etapa crucial de su desarrollo.
A lo largo de su carrera, ha acompañado a alumnos, familias y docentes en el desafío de abordar temas como el bullying, las adicciones y los trastornos de conducta alimentaria. Su búsqueda constante por encontrar nuevas formas de ayudar lo llevó a escribir El proyecto de Pablo, una novela que, más allá de contar una historia, se convierte en una herramienta educativa para prevenir y reflexionar sobre los problemas que enfrentan los adolescentes hoy.
En esta entrevista, Ángel nos habla sobre la inspiración detrás del libro, su experiencia en las aulas y cómo padres y educadores pueden utilizar esta obra para fortalecer el diálogo con sus hijos y alumnos.
¿Qué te llevó a escribir El proyecto de Pablo? ¿Hubo alguna experiencia concreta que te inspirara?
El proyecto de Pablo nace de la necesidad de llegar más y mejor a los adolescentes. En mi práctica diaria he tenido y tengo multitud de experiencias de lo más diversas, y en los colegios tratamos de prevenirlas o darles respuesta. Hacemos sesiones en el aula, formaciones a padres, tutorías con familias y, a pesar de todo, siempre tenemos la sensación de que es insuficiente para prevenir y ayudar más a los chicos. El proyecto de Pablo nace como una herramienta que pretende incluir diversos temas que deben trabajarse con los chavales: bullying, relaciones sociales, adicciones a nuevas tecnologías, trastornos de conducta alimentaria, etc. Sin embargo, no hubo una experiencia concreta, sino una suma de experiencias que iban confirmándome que El proyecto de Pablo podía ser una novela útil tanto para adolescentes como para padres y educadores.
¿Cómo influyó tu trabajo como psicólogo escolar en la creación de esta historia?
El proyecto de Pablo no existiría si no trabajara como psicólogo escolar. En las escuelas vemos todas las situaciones que he desarrollado en la novela y mucho más que no cabría en toda la literatura del mundo. Como autor soy muy autocrítico, sin embargo, tras leer algunos libros sobre adolescentes muy reconocidos y superventas que tratan de representar su mundo y las vivencias escolares, veo que tengo una suerte inmensa de trabajar en un centro educativo ya que, por poco que quiera, la realidad que muestro es infinitamente más semejante a lo que se vive en los colegios. Por otro lado, los personajes no dejan de tener de unos y de otros. Son pequeñas reconstrucciones de cientos de alumnos que he ido conociendo durante mi práctica profesional, y las situaciones se nutren de realidades que he vivido o que vivo diariamente.
La novela aborda temas como el bullying, la adicción a las redes sociales y las dudas de identidad. ¿Cuál crees que es el mayor desafío al que se enfrentan los adolescentes hoy en día?
Cuando preguntas a un alumno qué le da miedo, ¿sabes lo que responde? “Quedarme solo, perder a alguien querido, no llegar a nada en el futuro…”. Son respuestas reales a preguntas reales que indican que el corazón del hombre es el mismo hoy, ayer y siempre. Puede parecer que los deseos y desafíos han cambiado con el tiempo. Sin embargo, lo único que ha cambiado es cómo se manifiestan. Así, el mayor desafío para un adolescente es encontrar respuestas que le den confianza y estabilidad ante las preguntas profundas que le surgen a su edad: “¿Me querrán?, ¿cómo debo mostrarme?, ¿qué debo hacer para…?”. Así que el desafío al que se enfrentan es encontrar a adultos que les hagan ver que sufrir es fuente de crecimiento, que la vida vale la pena y que, como escribió Nietzsche y luego parafraseó Frankl, «Quien tiene un porqué, puede soportar casi cualquier cómo». Por tanto, la respuesta a mi pregunta nos lanza un reto importante a los adultos. Espero que podamos acogerlo cada uno con su vida.
Pablo es un personaje con el que muchos jóvenes pueden identificarse. ¿Cómo construiste su historia y qué esperas que los lectores aprendan de él?
Cuando pensaba en cómo debía ser el protagonista de la novela, tenía claro que quería que fuera un chico con un gran corazón, un modelo a seguir. El hombre es un ser que crece, se conoce y se desarrolla según el contexto —tal y como demuestran tantos estudios sobre el desarrollo del lenguaje y la identidad—. Por ello, para mí los modelos que adoptamos son fundamentales: si los ídolos de los adolescentes son Dexter, Walter White, los personajes de 13 razones, Euphoria o Élite, no nos extrañemos de que disculpen o normalicen conductas moralmente reprensibles. Si, por el contrario, los protagonistas son personas débiles, pero luchan por hacer bien las cosas —como Batman, Frodo, Harry Potter u otras personas con una moral fuerte—, tratarán de crecer y hacer el bien, a pesar del sufrimiento que eso implique. Teniendo esto en cuenta, necesitaba un protagonista que sintiera las emociones de los adolescentes y que fuera capaz de observar con cierta objetividad lo que sucedía a su alrededor. De ahí que sea un chico con altas capacidades y asperger. Así, los lectores aprenderán a través de sus ojos inocentes a analizar con criterio una serie de conductas y situaciones que viven o vivirán en primera persona o a través de sus compañeros.
A lo largo del libro se exploran problemas difíciles, pero también la resiliencia y la superación. ¿Cómo lograste equilibrar estos aspectos en la narración?
Apelando siempre a la experiencia de tantos chicos y personas que no se han rendido. Como decía, el corazón del hombre tiene un anhelo y un deseo, por eso, cuando suceden cosas malas, nos duelen. Eso no es más que el termómetro que nos indica que hay algo que está mal: nuestra conducta, nuestra interpretación o alguna injusticia a nuestro alrededor. Algo debemos aprender, algo debemos cambiar. Así, con alguna metáfora y ejemplos que dejo como perlas en el libro, trato de recordarnos que el sufrimiento puede hacernos crecer si lo acogemos y aceptamos.
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¿Qué tipo de reacciones has recibido por parte de los adolescentes que han leído el libro? ¿Algún comentario te ha sorprendido especialmente?
Muchas reacciones preciosas, la verdad, tantas que no cabrían en este espacio. Desde comentarios como “Este libro debería estar en todas las escuelas” o “Llena un vacío en la literatura juvenil” hasta un audio entrañable de una adolescente que decía que estaba “In love con Pablo” y, que tras leer el libro, no quería desaprovechar su vida. Que una adolescente llegue a expresar eso es la mejor crítica que me podía hacer.
Muchos padres y educadores buscan herramientas para acompañar a los adolescentes. ¿Cómo puede ayudarles El proyecto de Pablo en esta tarea?
Considero que si se lee de forma conjunta y comentada, puede generar conversaciones que, de otra manera, resultan difíciles de iniciar. Por otra parte, puede ayudar a padres y educadores a comprender lo que viven en su día a día en el colegio y en casa, además de que les invita a ser más empáticos con las emociones y preocupaciones de sus hijos y alumnos. Una madre me comentó que su hijo le había dicho que cómo era posible que yo, cuando escribí la novela (en 2022), ya supiera de qué sus compañeros se iban a molestar y de la manera concreta que se refleja en El proyecto de Pablo. Según el chico, era como si hubiera visto lo que iba a suceder en su clase. Al final, mis vivencias, plasmadas en la novela, llevan a meterte de lleno en el ambiente escolar, lo que, lógicamente, ayuda a comprender lo que allí se vive.
Si pudieras dar un consejo a los padres que quieren comunicarse mejor con sus hijos adolescentes, ¿cuál sería?
Cuando unos padres se plantean hablar con su hijo, se imaginan sentándose con él, cara a cara, llevándoselo a merendar o teniendo un tiempo exclusivo para tocar temas sensibles. Todo eso es estupendo, pero no siempre sirve con los adolescentes. A veces es necesario simplemente estar. Durante una época se puso de moda lo de “tiempo de calidad”, pero con los adolescentes hay que estar: al llevarlo a un partido, al ir a comprar, mientras se cocina en casa, al compartir aficiones. Los momentos en los que uno está cocinando y es abordado por su hijo adolescente son mágicos, y hay que aprovecharlos y exprimirlos. No cometamos el error de dejar de cocinar y mirarle a los ojos. ¡NO! Sigue cortando las verduras y deja que el momento fluya. Concéntrate en la cebolla como si fuera lo más importante de tu vida y disfruta de ese estar para tu hijo. Y, por supuesto, acoge, agradece, comparte inquietudes, lanza preguntas abiertas y evita las chapas… Pero eso daría para otra entrevista.
¿Tienes otros proyectos en marcha?
Sí. Ahora mismo estoy con una novela muy distinta, de fantasía y cargada de significado y valores morales que creo que encantará a mis hijos y a cualquier lector juvenil. Sin embargo, pienso que a El proyecto de Pablo le puede venir bien una segunda parte y, por supuesto, en cuanto pueda me pondré con material de apoyo para colegios. Pero bueno, poco a poco. Mientras tanto, espero que podáis disfrutar de la novela.