Por Ángel Sánchez.
Poner un pie en agosto es señal inequívoca de que en el horizonte se atisba septiembre. Una obviedad para nuestro sistema de organización temporal pero un hecho vital para el gremio de los maestros: empieza el curso escolar.
Llegados a este punto, los maestros empiezan a hacer conjeturas (voluntarias o involuntarias) sobre su devenir profesional con respecto al curso que pronto dará el pistoletazo de salida. Conjeturas, tales como:
- ¿Qué colegio me tocará este año? (para todos aquellos que aún estén pendientes de tener una definitiva o la definitiva que desean).
- ¿Estaré muy lejos de casa?
- ¿Podré ir y venir desde mi casa?
- ¿Tendré posibilidad de compartir coche?
- ¿Cómo será el colegio?
- ¿Qué curso me tocará?
- Y, en lo que respecta a lo meramente académico, la pregunta estrella: ¿Qué nivel tendrá mi alumnado?
Desde el momento en el que la Jefatura de Estudios te asigna un grupo, la cuestión del nivel académico del mismo empieza a aparecer. Como tutores, examinamos los expedientes académicos de nuestro alumnado, revisamos sus calificaciones de años anteriores y sobre todo, hablamos y preguntamos a compañeros con mayor antigüedad en el centro para que nos orienten y mínimamente nos dibujen un boceto de aquello que nos vamos a encontrar.
Ahora bien, ¿qué nivel suele presentar nuestro alumnado? En términos generales, la gran mayoría de docentes tras el periodo de evaluación inicial va a concluir que el nivel del alumnado es malo. Vuelven a aparecer nuevos interrogantes:
- ¿De verdad el nivel de nuestro alumnado es siempre tan malo?
- ¿El maestro del año anterior no hizo su trabajo como debería?
- ¿Han olvidado todo lo que sabían durante el verano?
- ¿Es significativa nuestra enseñanza?
- Mirémonos al ombligo un poco y preguntémonos… ¿Qué nivel teníamos nosotros cuando estábamos escolarizados? (pregunta para todas las generaciones).
Procedo pues a dar mi humilde opinión sobre estas cuestiones:
¿De verdad el nivel de nuestro alumnado es siempre tan malo?
No, no siempre el nivel de nuestro alumnado es tan malo. Quizás, lo que no sea tan bueno es nuestro sistema de evaluación inicial. Quizás, la evaluación de Ciencias Naturales no debería basarse únicamente en hacer a los alumnos preguntas tipo, “¿qué son los artrópodos?” (contenido que por supuesto, es importante, pero precisamente no es el más adecuado para la evaluación inicial de un niño de Primaria tras dos meses de vacaciones).
¿El maestro del año anterior no hizo su trabajo como debería?
No. Esta es la excusa más “ruin” que puede hacer un maestro. No se debe poner en cuestión la profesionalidad de nuestros compañeros de años anteriores pese a que lo fácil sea echar el balón al tejado de otro que ya no está. Puede darse el caso de que el maestro o maestra del curso anterior no haya enseñado las cosas que nos hubieran gustado y como nos hubieran gustado pero no debe servir de pretexto en contra de un compañero. Si los alumnos no saben algo que deberían saber, se les enseña. No hay más.
¿Han olvidado todo lo que sabían durante el verano?
¿Hemos olvidado nosotros como maestros todo lo que sabíamos? Obviamente no. Pues ellos tampoco. Pero son niños. Han pasado dos meses de vacaciones. No son máquinas. Es normal que hasta que pasen unos meses estén volviendo a conectar. Igual que nosotros, pero con el adyacente de que son niños.
¿Es significativa nuestra enseñanza?
La pregunta del millón. Si nos guiamos por los famosos informes estatales que nos comparan con otros países en unas clasificaciones irreales, descontextualizadas e injustas: no, nuestra enseñanza no es significativa. Si nos guiamos por lo que se ve en el día a día de los colegios, no podemos afirmar que nuestra enseñanza es perfecta pero creo que sí podemos estar de acuerdo en que tiene más cosas buenas que malas. ¿Margen de mejora? Mucho, como en todos los ámbitos de la vida. ¿Conformarnos con los resultados que tenemos? Nunca, siempre hay que mejorar.
La educación es imperfecta solo porque el ser humano también lo es.
Mirémonos al ombligo un poco y preguntémonos… ¿Qué nivel teníamos nosotros cuando estábamos escolarizados? (pregunta para todas las generaciones).
¿Realmente podemos afirmar con rotundidad que nosotros (seamos del año que seamos) teníamos mejor nivel que nuestro presente alumnado? Me parece una postura realmente pedante. Puede que en algunos ámbitos tuviéramos más habilidades que los niños de ahora pero los niños de ahora también presentan capacidades de las que nosotros carecíamos.
En resumidas cuentas, el día uno de septiembre llegaremos a un colegio, nos asignaran un grupo de alumnos y, obviamente preguntaremos y mediremos el nivel académico de este grupo. Que el nivel es bueno, genial. Partamos de él para seguir progresando. Que el nivel es malo, genial. Partamos de él para seguir progresando.
Preocupémonos más de enseñar mucho y bien a nuestros alumnos que de si tienen mucho o poco nivel. El objetivo como maestro de un año de enseñanza es que el alumnado salga en junio sabiendo mucho más de lo que sabía en septiembre. Nada más.
Feliz “vuelta al cole”.
NOTA: las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de idDOCENTE. Si quieres colaborar con nosotros escribiendo un artículo de opinión, escríbenos a info@iddocente.com y te daremos todos los detalles.
Autor:Ángel Sánchez

Perfectamente de acuerdo contigo en todo lo que dices. Aplaudo ese sentir porque es el mío mismo.
El objetivo es que al final del curso los alumnos y alumnas sepan más sí, pero sobre todo que SEAN MÁS Y MEJORES PERSONAS.
Un abrazo.
Como siempre, totalmente de acuerdo con tu manera de pensar e interpretar esta maravillosa profesión que compartimos.
Feliz curso
Un abrazo