LOS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO
- 29/04/2021
- Publicado por: Máximo Pérez Flores
- Categoría: OPINIÓN

Por Máximo Pérez.
Una de las mayores lecciones que he tenido en mi vida, ha sido la que me dejó uno de mis profesores de preparatoria. Era un señor de más de sesenta años y tenía una fortaleza que yo envidiaba, ya que pocas veces lo vi cansado, de malas o sin ganas. Siempre estaba dispuesto a contestar nuestras preguntas, incluso aunque lo acabara de explicar. Nos impartió clase de Literatura durante un semestre, realmente era un placer escucharle explicar la historia de los griegos, los romanos, los árabes… hasta de los fenicios sabía historias muy interesantes.
Siempre lo había visto dentro del aula, nunca fuera. Esa primera vez fue extraño verlo en la cafetería, solo, leyendo un libro de Goethe, esperando que le sirvieran un sándwich y un agua de limón. Ambos teníamos hora libre, por lo cual, fui a comprar algo para comer, mis amigos me habían encargado sus desayunos también. Al verlo tan abstraído en su lectura tuve la necesidad de hablar algo con él, no importaba el tema, por lo cual me acerqué a la mesa, sentándome en el otro extremo de la misma, para poder observarlo mejor. Al verme, colocó un separador en su libro cerrándolo suavemente, con la paciencia que lo caracterizaba. Le pregunté por qué no se juntaba con los otros profes. Me dijo «Hay dos cosas que a los otros profes como tú los llamas no les gusta hacer, hablar con un viejo y escuchar verdades, por eso no estoy con ellos». Le comenté que me parecía absurdo, ya que él era una persona que sabía mucho, por lo cual deberían escucharlo. Ignorando mi apreciación me dijo: «Eres un joven inteligente, espero que esto te sirva de lección». Sacó un papel arrugado de su saco roído, me lo extendió sin mencionar palabra alguna, mientras le daba un bocado a su sándwich y un sorbo a su agua. Empecé a leer lo siguiente:
Uno de los aspectos importantes al finalizar el año son los propósitos de año nuevo, los cuales nos permiten visualizar un futuro más optimista, pero en la mayoría de los casos más idealista, sin embargo, a veces esto se convierte en un cuento cotidiano de cada diciembre, sin que realmente se pongan los pies sobre la tierra en cuanto a lo que estamos deseando que ocurra. Ahí está la clave del asunto, lo deseamos como si eso fuera suficiente para que se diera el milagro. Es muy común encontrar que después de dos meses transcurridos del año nuevo, los “buenos propósitos” ya se olvidaron, aunque hay algo peor, tomamos un rumbo muy diferente del que teníamos planeado durante las reuniones de fin de año con la familia o los amigos. La manifestación de estos propósitos son los doce deseos que pedimos que se cumplan al comernos las uvas que representan el cierre de un ciclo para esperar que llegue otro mejor. Pero, ¿Qué pasa con todo lo que no logramos? Al finalizar el año ¿Sólo le damos vuelta a la página y listo? Con creer que los nuevos deseos se van a cumplir ¿Es suficiente? Si nos dijeran que comiéramos una uva por cada propósito logrado en el año viejo ¿Cuántas uvas nos comeríamos? ¿Llegaríamos a las doce? ¿Recordaríamos todo lo que nos propusimos al iniciar la nueva travesía? La propuesta sería que comiéramos una uva por cada logro conseguido al iniciar el nuevo periodo, incluso podríamos ir más allá. Beberíamos una copa de vino por cada meta cumplida. Sería como una celebración de todo lo que hicimos y no lo que añoramos que suceda sin un esfuerzo de nuestra parte. Al hacer este ejercicio sabríamos cual es el porcentaje de efectividad que tenemos para cumplir lo que nos proponemos, hace falta que como individuos hablemos más con hechos que con palabras, trabajando todos los días para conseguir dichas metas, no solo cuando sentimos que el año se nos va.
Terminé de leer, me quedé estupefacto, no se me había ocurrido pensar que la visión que tenemos del futuro está distorsionada por el calendario, me di cuenta que yo deseaba que terminara el año para empezar a trabajar en mí, cuando lo que es más correcto es trabajar en mí, no importando en que etapa del año me encuentre, debido a que la vida la vamos reconstruyendo día con día, más no año con año.
Levanté la vista para agradecerle al profesor, pero se había ido, al escuchar el timbre entendí por qué, la hora libre había terminado, salí corriendo hacia mi salón, en el cual los compañeros me recibieron furiosos por quedarse sin comer por mi culpa. Traté de explicar, pero no tenía sentido, no lo entenderían, asumí mi responsabilidad, porque la lección valió la pena.
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Autor:Máximo Pérez
