NO PIDAMOS PERAS AL OLMO
- 17/02/2021
- Publicado por: Rafael Jiménez
- Categoría: OPINIÓN
Por Rafael Jiménez.
Y todavía hay gente que dice que los niños de hoy son mal educados porque no respetan a los mayores, no ceden el asiento en el autobús, no dejan pasar primero a los mayores o no se callan cuando hablan éstos, o si el maestro les llama la atención lo amenazan con decírselo a su padre, etc. No nos engañemos, los niños y jóvenes de todas las épocas han sido y son como los mayores hemos querido que sean. No echemos las culpas a los niños, en todo caso, corrijámoslos y eduquémoslos bien pero no descarguemos en ellos la incompetencia, dejadez o comodidad de los mayores. ¿Acaso un niño de antes, cuando se ponía a estudiar en su cuarto, lo hacía porque tenía un gran sentido del deber? ¿Acaso un niño de antes, cuando hacía una travesura y lo veía un adulto, le pedía por favor que no se lo dijera a su padre porque tenía un gran sentido de la responsabilidad? ¿Acaso cuando el maestro le daba un cachete a un alumno, éste no decía nada en casa porque podría enfrentar a su padre con el maestro? No, ni éramos tan buenos y educados antes ni ahora son tan malos y maleducados. Lo que ocurría antes es que las normas eran las mismas en casa, en la escuela y en la calle y, sobre todo, que sabíamos muy bien que la transgresión de la norma tenía unas consecuencias.
Aunque aprendemos de muy diversas maneras, hoy me ocuparé de aquel aprendizaje que se da mediante la observación de las acciones de los demás y sus consecuencias. Este término, aprendizaje vicario, lo acuñó Albert Bandura dentro de su teoría del aprendizaje social.
Existen en nuestro cerebro unas células nerviosas denominadas “neuronas espejo” que se encargan de la función empática. Nos hacen imaginar cómo experimentaríamos situaciones igual que si nosotros fuéramos los protagonistas. Pero, para que aprendamos y no sólo imitemos, tenemos que hacer nuestro lo imitado e incorporarlo a nuestros esquemas mentales, y esto necesita de nuestra consciencia y voluntad. Por eso, el aprendizaje vicario tiene unos componentes, llamados por Bandura procesos de mediación. Son pensamientos previos a la imitación, y son:
- Atención: aunque sea muy obvio, para aprender hay que poner atención. Para imitar una conducta, primero tiene que llamarnos la atención y, ojo, que las conductas novedosas son más atractivas.
- Retención: almacenamos en el cerebro, pero si no formamos un recuerdo, no habrá imitación. La retención tiene que ver con la calidad con la que se recuerda.
- Reproducción: consiste en realizar la imitación lo más fielmente posible al original. Y esto depende del grado de dificultad de la tarea. Se reproducirán aquellas conductas que nos resulten más fáciles.
- Motivación: es el interés o el deseo de llevar a cabo el comportamiento observado. Las recompensas que siguen a esa conducta serán tenidas en cuenta por el observador.
A la hora de aprender, un niño tiene en cuenta lo que le ocurre a otras personas (consecuencias) a la hora de decidir si copiar o no las conductas o acciones de otros. Por ejemplo, si un alumno ve que el maestro recompensa a otro por una acción determinada, si ve que un compañero se quema al tocar algo caliente, es probable que esas acciones las imite más tarde, probablemente la primera y no imite la segunda. Esto se denomina refuerzo vicario. Este refuerzo puede ser positivo o negativo, pero ambos tendrán poco impacto si no están relacionados con los intereses o necesidades del individuo.
Cuando un niño observa el trato cordial de sus padres a otras personas, éste imitará ese comportamiento posteriormente. Si un niño es soez en su vocabulario o golpea a otro niño sin recibir un castigo o reprimenda por parte del adulto a su cargo, interpretará que esta es la manera correcta de hablar y actuar y, posteriormente, la imitará. De igual manera hará con todas las conductas que observe en otras personas, tanto más, si éstas son significativas para él.
Los maestros deberíamos aprender vicariamente observando a nuestros compañeros utilizándolos como modelos. Sería una buena costumbre que los docentes entraran en las aulas para ver como dan clase los compañeros, incluso grabar en video algunas para verlas en grupo y observar las conductas y acciones de otros colegas y, las que consideremos buenas, en un futuro se podrían imitar. Esto que es tan normal en la profesión médica entre los cirujanos, contrasta con el secretismo en las aulas españolas. Son pocos los docentes que entran en el aula de un compañero para ver cómo trabaja y esto hace imposible la mejora de la calidad.
Con bastante frecuencia pedimos a los niños actitudes, comportamientos, acciones, discursos, etc. que nosotros, los mayores no damos. Pensemos en todo lo que niños y jóvenes de hoy están observando en el entorno político, social, económico, escolar y familiar. Observemos las conductas y comportamientos de estos jóvenes porque si estamos satisfechos, tanto del entorno que hemos creado como de las conductas imitadas y adquiridas, dejémoslo así. Pero si no lo estamos, intentemos cambiar para ofrecer a los niños, que hoy están en escuelas e institutos, otros modelos mejores que imitar porque si no lo hacemos, después, no pidamos peras al olmo.
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