LA INCLUSIÓN, EL RETO QUE OFRECE UN MUNDO DE POSIBILIDADES
- 18/02/2020
- Publicado por: Gregori Ponce
- Categoría: OPINIÓN
Por Gregori Ponce.
“La diversidad hace que seamos mejores personas”. Eso me decía hoy la tutora de educación infantil, después de que uno de sus alumnos, diagnosticado con TEA, había dicho por primera vez las palabras “Mamá” y “Papá” señalando en el pictograma colgado en la pared de la clase las fotografías de sus progenitores.
Algo tan sencillo y tan espectacular a la vez. Para el alumno en cuestión, un gran logro, y para sus compañeros, una gran alegría vivir a su lado cada una de las primeras palabras de quien comparte con ellos a diario los grandes y pequeños aprendizajes para la vida.
En las más de tres décadas de dedicación a la educación, a pie de aula y desde la gestión directiva, he podido comprobar como la heterogeneidad del alumnado ha ido en aumento de forma significativa, especialmente en los últimos años. Ante esta realidad solo queda plantearse el reto de convertir al centro en un entorno donde promover posibilidades para todos ellos, con el convencimiento de que la educación tiene que estar al servicio de cada niño y ofrecerle la personalización necesaria para su desarrollo. Es necesario hacer real la premisa indispensable de que el alumno sea el centro del proceso educativo, donde el educador se transforma y adopta un nuevo rol, el de guía y acompañante para un mejor proceso de enseñanza-aprendizaje. Seguro que así, nuestros alumnos estarán mejor preparados para afrontar los desafíos que les planteará la vida, porque los habremos dotado de las competencias y habilidades necesarias.
Sin duda, una de las claves del éxito educativo es poner en el centro a las personas, a todas, sin exclusiones, con las capacidades y las necesidades de cada una. Convivir con la diversidad en el aula, sin duda es tarea compleja. Pero a la vez hace crecer profesional y personalmente al educador, activando su capacidad de adaptación y empatía. Cuando el docente se despoja de prejuicios y decide remangarse para acoger a sus alumnos, los mira uno a uno a los ojos, los acepta y acoge tal como son… se producen en el aula sinergias que promueven un aprendizaje donde el alumno es el verdadero protagonista. Es en ese momento donde podemos percibir que todos nuestros alumnos son pequeños superhéroes, aunque algunos de ellos todavía sigan en busca de su superpoder. La labor pues del educador es la de hacer camino junto a su alumnado, siendo para ellos quien les oriente, su referente.
Es en ese momento, donde cada cual puede desarrollar sus potencialidades o avanzar desde sus limitaciones y todos participan, se respetan, se ayudan, se complementan y se enriquecen mutuamente. Esa es la verdadera inclusión. Muchas veces utilizamos la palabra o la idea de inclusión como una mera “suma” o “adición” de alguien o algo, cuando en realidad es un concepto que abarca aspectos sociales que necesitan de una transformación muchísimo más profunda. La UNESCO propone para hacer alcanzable un proceso de inclusión definir unas metas comunes que sean garantía de conseguir unos mínimos que aseguren, de manera eficaz, la preparación de todas las personas para la vida real.
En mi opinión y sin contradecir a la UNESCO, favorecer la inclusión nos hace además avanzar en la consecución de un mundo más equitativo y respetuoso, a la vez que un entorno que puede abrazar sus diferencias para convertirlas en oportunidades. Como docentes y educadores hemos de retarnos para encontrar la manera ideal de desarrollar un proceso donde la inclusión sea real y en la práctica de las aulas, alejándonos de la idea de considerarla como si fuera una utopía, cuando en realidad solo tenemos que abrir los ojos y ofrecer nuestras manos para convertirla en tangible.
Creo firmemente en que, si ponemos en valor la inclusión, la escuela se transforma en una comunidad poderosa que favorece el crecimiento, el desarrollo personal y el éxito de todos y cada uno de sus alumnos. En mi centro lo vivo cada día y me enorgullece poder ser testigo del enriquecimiento que supone para toda la comunidad educativa.
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Un artículo muy conmovedor y que habla desde el corazón.
Estoy totalmente de acuerdo, la inclusión nos hace mejores personas.
Yo lo vivo cada día en el aula y aunque, a veces resulte duro, vale la pena presenciar esos pequeños y a la vez grandes logros que consiguen y como los compañeros lo viven con gran emoción.
Donde debemos trabajar y compartir más, todo el claustro, son en los casos en que la conducta del alumno se ve alterada por su trastorno y a veces nos cuesta asumirlo y actuar en consecuencia.
Un gran reto para la escuela ordinaria que apuesta por el valor de la inclusión.
Jesús nos lo dice en el Evangelio. Acoger y abrazar al pequeño es integrar y ampliar el sentir y vivir la fraternidad, la alegría de compartir y acoger la riqueza de la diversidad.
Felicitaciones por el camino emprendido.
El colegio Santa Josep siga siendo un buen lugar para fomentar y cuidar los valores que nos hacen felices.