ESCUCHEMOS A NUESTROS MENORES
- 15/04/2021
- Publicado por: Marta Lloves
- Categoría: OPINIÓN

Por Marta Lloves.
Preguntando a los menores a cerca del esfuerzo, han vuelto a sorprenderme una vez más, unos con su ingenuidad, otros con su desconcierto, algunos por ser muy resueltos y más de uno por no haber oído nunca esa “palabreja”. No obstante, tengan más o menos claro su significado, a todos se les ilumina la cara al preguntarles cómo se sienten cuando consiguen algo con su esfuerzo y son determinantes al afirmar que ante el fracaso, no hay más opción que volver a intentarlo.
La mayoría opina que su educación está en manos de personas que se esfuerzan, como sus familias y sus profesores, asegurando además, que no tienen una tarea fácil, conocedores como son de primera mano, de los retos que plantea la sociedad actual. Pero lo que más me ha llamado la atención, ha sido su sorpresa cuando les he pedido su opinión.
Tenemos que escuchar a nuestros menores. Los profesionales organizamos Simposiums, Congresos, Jornadas, Talleres, formación de todo tipo para mejorar nuestra tarea, pero lo hacemos a ciegas, convencidos de que sabemos lo que nuestro alumnado necesita, que tenemos la respuesta a lo que se debe o no se debe hacer y hacia dónde o hacia qué tenemos que enfocar nuestros esfuerzos… y les obviamos a ellos, que es hacia quienes va dirigido. Sus necesidades y sus demandas han de constatar nuestras carencias y establecer el eje de nuestra actuación.
Debemos escuchar a los receptores de nuestra tarea. Son ellos los que han hacer nuestra evaluación y no nosotros. Preguntarles qué necesitan, en qué estamos fallando, hacia dónde deberíamos orientarnos, cómo querrían aprender… y en lugar de eso nos acomodamos para seguir enseñándoles prácticamente con los mismos contenidos y la misma metodología con que estudiaron sus abuelos y los padres de sus abuelos y los padres de los abuelos de sus abuelos.
Cuando nos piden menos deberes, no es por no trabajar, como presuponemos, es porque son desmotivadores y aburridos, una repetición de lo que han estado haciendo en clase durante horas. El único cambio es el profesor, que pasa a ser la madre, el padre, el hermano o la hermana mayor o el profesor particular.
Cuando rechazan leer, es porque viven en la generación de la imagen y no les hemos presentado la literatura de la forma adecuada. Leer no puede ser una imposición. Así jamás se convertirá en una opción libre para el ocio.
Cuando se quejan por llevar la mochila cargada de aburridos libros de texto, iguales a los del año anterior y a los que tendrán al año siguiente, es porque han descubierto, casi nada más salir del útero materno, que existe una forma más rápida, cómoda y divertida de aprender, simplemente con pulsar un botón.
Escuchándoles enseguida se vislumbra esa consecuencia del momento que viven: la inmediatez. Nuestros menores no tienen objetivos a largo plazo. Muchos no tenían respuesta cuando les planteé si hay algo que estuvieran dispuestos a esforzarse cuanto fuese necesario para lograrlo. ¿Es que se lo damos todo con demasiada facilidad? ¿Es que se han acostumbrado a conseguir cualquier cosa a golpe de “click”? ¿Es que hemos olvidado enseñarles a soñar? Sin objetivos no hay motivación, sin motivación no hay aprendizaje, sin aprendizaje no hay progreso.
Y no podemos motivarles si los contenidos que les presentamos no están orientados hacia sus intereses y su realidad, si les ponemos metas sin sentido que ni nosotros mismos podemos justificar y descuidamos aquellas que de verdad importan, por necesarias y enriquecedoras para su evolución personal y su futuro.
Si escuchamos a nuestros menores en todos los ámbitos, principalmente en casa y en la escuela, podremos sacar muchas cosas en claro y enseñarles a ellos a escuchar. Podremos compartir en lugar de imponer, respetar en lugar de despreciar, enseñar en lugar de hacer que memoricen un montón de datos ridículos que olvidarán en cuanto los vomiten sobre el folio en blanco de un examen.
Aprender es descubrimiento. Aprender es vivencia y convivencia. Aprender es esfuerzo. Aprender es fracaso y es insistencia, es caer y levantarse cuantas veces sea necesario. Pero sólo lo harán cuando sientan que aquello por lo que se esfuerzan merece la pena. Por eso los que se forman en algún arte o deporte están más entrenados en el esfuerzo, porque han aprendido que sin él no podrán alcanzar sus metas, las suyas propias, las que ellos se han impuesto, no las nuestras. Es su propia superación personal la que buscan, en función de sus fortalezas, de sus expectativas y sus propios sueños, no la que se establece en un aula para todos por igual.
Proporcionemos a nuestros educandos metas que quieran alcanzar, metas atractivas, desde el conocimiento de su realidad y sus propias necesidades.
Hagamos una revolución en la educación, tanto en casa como en la escuela: nuevos contenidos, nuevos métodos, nuevos materiales, nuevas expectativas, nuevas relaciones padres-hijos, maestros-alumnos. Dejemos de parchear una rueda que pierde aire por todas partes. Ahora lo que quieren es un patinete eléctrico. Para que se interesen por la bicicleta, tenemos que despertarles interés por ella, no obligarles a esforzarse en pedalear, cuando es mucho más fácil subirse al patinete y esperar a que les desplace sin esfuerzo ¿o es que nosotros pudiendo meter la ropa en la lavadora vamos a ir al río a lavarla? Esfuerzo y lógica tienen que caminar de la mano, ayudándoles a vencer las dificultades y conseguir lo que se propongan. Y cuando hablemos de esfuerzo tendremos que hablar también de motivación y de capacidad de frustración, pero sobre todo y ante todo, deberemos escuchar.
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Autor:Marta Lloves
