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Es necesario saber gestionar el duelo en la escuela e intervenir ante esa situación para canalizar todas las emociones que se generan. No es raro que en alguna ocasión, dentro de la comunidad educativa, fallezca o bien un alumno o bien un docente, o incluso el familiar directo de algún alumno. Las causas pueden ser desde un accidente hasta algún hecho dramático o violento. Sea como fuere, supone un fuerte impacto emocional que trastoca el día a día de un centro.
El proceso de duelo según Tizón (2004) es “el conjunto de procesos psicológicos y psicosociales que siguen a la pérdida de una persona con la que el sujeto en deudo estaba psicosocialmente vinculado”.
Las 5 etapas del duelo
Para superar ese duelo es necesario pasar por las cinco etapas que establece la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross:
- Negación: somos capaces de entender que no vamos a volver a ver a esa persona, pero nos protegemos ante la avalancha de sentimientos que nos llegan asociados a la pérdida. Nos resulta muy complicado asumirlos todos a la vez y negamos la realidad.
- Ira: por contradictorio que parezca, cuanto más intensa sea esta emoción, más nos indica que la superaremos. Por eso no hay que negarla, sino dejarla salir. Aunque también es cierto que aparecerá a lo largo de todo el proceso de duelo en diferentes formas.
- Negociación: se puede dar antes del fallecimiento en caso de enfermedad, y después del fallecimiento. Se trata de negociar con el dolor. Es decir, si muere un alumno los compañeros intentarán que todo sea tal como era antes. Si por ejemplo le gustaba especialmente un grupo de música, si tenía alguna frase suya muy característica, si realizaba alguna labor social, buscarán la manera de perpetuar su recuerdo a través de todo ello.
- Depresión: es una sensación lógica de vacío que nos ralentiza para poder evaluar la pérdida. Es necesario expresar la pena que nos produce como paso previo a la sanación.
- Aceptación: no es sinónimo de encontrase bien, sino de ser plenamente consciente que esa persona no volverá y aprender a vivir con esa ausencia adaptándonos poco a poco a una nueva realidad.
No necesariamente una persona recorre las fases en ese orden, aunque sí pasa por todas ellas. Incluso es posible que se retroceda en alguna etapa que ya se pensaba superada.
Los niños menores de 9 años pueden sentirse culpables y mostrar conductas agresivas y temor ante la posibilidad de que muera alguien más en su entorno. A partir de los 10 años, pueden entender la muerte de manera similar a como la entiende un adulto, necesitarán sentirse parte del grupo y de sus rituales para superarla. En lugar de temer porque pueda morir alguien más en su entorno, pensarán por primera vez en que ellos algún día también fallecerán porque nadie se libra de la muerte.
Además, si la escuela debe educar para la vida, la muerte es parte de la vida. La pedagogía de la muerte es una materia que debemos conocer como docentes, acercándonos a ella desde la naturalidad y no desde la incomodidad. Y en un doble sentido:
- Desde el lado preventivo debe existir un plan de intervención que se incluya a todos los cursos escolares y en todas las etapas educativas. Debe estar trazado por un equipo formado como mínimo por el orientador del centro, el psicólogo, alguien formado en pedagogía terapéutica y luego será aplicado por cada tutor en cada aula. El primer paso será informar a las familias de que se va a tratar el tema de la muerte en las aulas e informarles también de cómo proceder ante los comportamientos y dudas que puedan manifestar los niños en sus casas. Mucho más necesario es el contacto entre la familia y la escuela cuando se trata de la muerte de un familiar directo de un alumno, pues cualquier disparidad de criterios puede ser interpretado por el menor como un intento de engaño. Y puede derivar en que un duelo pueda convertirse en patológico. También se deben definir objetivos didácticos y actividades a desarrollar para educar sobre la muerte. Actividades que desarrollen la resiliencia ante el duelo como cuentos y películas, que generen canales adecuados de expresión de sentimientos y de apoyo social como obras de teatro o “carta de recuerdo”. En definitiva, actividades y juegos que ejerciten la reflexión y la interiorización.
- Desde el lado paliativo, se trata de que el mismo equipo mencionado anteriormente en coordinación con las familias, actúe lo más rápido posible en cuanto ocurra el fallecimiento de alguna persona de la comunidad educativa.
La finalidad es ayudar a los alumnos a canalizar sus emociones desde la primera fase del duelo en la escuela con el fin de evitar un duelo patológico. Es necesario crear un clima en el que los alumnos puedan expresar abiertamente lo que sienten, sus miedos, sus inseguridades y ofrecer apoyo en la medida que cada alumno lo necesite, porque no todos van a recorrer las cinco fases del duelo a la misma vez ni van a manifestar las mismas emociones en el mismo momento. Es buena idea subdividirlos en grupo.
“Una enseñanza sin muerte es la muerte absoluta de la enseñanza, porque no tratar de lo que más importa descalifica a cualquier institución sobre el saber” (Verdú, 2002).
¿Nos comentas qué plan de intervención tenéis en tu centro?