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“Emprender” es uno de esos conceptos, que por abuso y mal uso, ha perdido su verdadera esencia. En ocasiones, ha sido maquillado por voces políticas ante la incapacidad de generar empleo. Otras veces, la cultura del triunfo casi de manera fortuita a cambio de tener una gran idea.
Y no. No todos los alumnos tienen que ser empresarios ni tienen que tener esa competencia de manera natural. Ni podemos empujar a nadie al borde del precipicio haciéndoles creer que es un camino fácil.
Quizás sea por eso que cuando se plantea formar en competencia emprendedora a los alumnos, suele haber disparidad de opiniones. Quienes la entienden como una educación y desarrollo de ciertas cualidades personales y actitudes empresariales junto a unos conocimientos básicos sobre economía, frente a quienes la entienden como una mera formación del proceso para crear una empresa.
Y ante esto, ¿qué hacemos? Pues la Comisión Europea dijo en 2006 en “Fomentar el espíritu empresarial en las escuelas y universidades” lo siguiente: “…aptitud de un individuo para materializar ideas, innovar, tomar iniciativas y gestionar proyectos con vistas a alcanzar objetivos”.
Es decir, aúna las dos posibilidades descritas antes. Defiende la idea de desarrollar unas capacidades generales en torno a la habilidad emprendedora, al mismo tiempo que se pongan en práctica o se materialicen dichas habilidades en proyectos concretos que conlleve dar vida un proyecto empresarial.
Nosotros, apostamos también por aunar ambas posibilidades, por varios motivos:
- Existe el emprendedor, pero también debe existir el intraemprendedor:
Decíamos que habrá alumnos que posean habilidades emprendedoras de manera natural, y que quizás tengan más posibilidades de desarrollar su futura carrera profesional por ese camino. Pero de cualquier forma, es un modo de vida que exige también mucha responsabilidad, creatividad, iniciativa, confianza en sí mismos, gestión del fracaso, resiliencia, asunción del riesgo y la incertidumbre… Y está bien mostrarles esa realidad y darles la oportunidad de autoconocerse para que puedan decidir en el futuro con argumentos.
Sin embargo, habrá otros alumnos que no tengan esas habilidades emprendedoras. Y no pasa nada, porque seguramente tendrán otras y destacarán en otros campos. Pero se hace necesario incentivar en ellos una competencia emprendedora con el objetivo de que entiendan que su futuro empleo dependerá de que sean capaces de mostrar su valía y ofrecer algo diferente a las organizaciones en las que trabajen. El intraemprendedor emprende dentro de la organización, innovando y generando cambios.
- Desarrollar más cultura empresarial frente al conformismo:
Nos encontramos ante un cúmulo de circunstancias que ponen en riesgo nuestro estilo de vida y nuestros alumnos siguen pensando que siempre ha sido así, que es culpa de los políticos… y ese conformismo nos lleva a la peor de las miserias, no solo económica, sino también mental.
El desarrollo de la competencia emprendedora incide en la moderación, el trabajo, el esfuerzo, y que independientemente de las circunstancias externas, deben tener unos intereses personales y profesionales propios. Tal como las organizaciones tienen los suyos y su objetivo es la prosperidad y el cumplimiento de objetivos.
- Compartir en vez de poseer:
Internet ha impulsado la denominada “economía colaborativa”, basada en prestar, alquilar, comprar o vender productos en función de necesidades específicas y no tanto en beneficios económicos. De hecho, en este sistema es posible que el dinero no sea el único valor de cambio.
Los servicios son considerados bienes de intercambio. Es un modelo centrado en la colaboración y la ayuda muta.
Por un lado, vencemos la reticencia de las familias que se oponen a que los alumnos, sus hijos, centren sus intereses en el vil metal. Por otro lado, podemos plantear el proyecto empresarial con los recursos que tengan los alumnos, es decir, aquello que ya saben hacer o aquello que pueden ser capaces de ofrecer sin logística ni infraestructuras ni inversiones en metálico.
Y además, podemos contextualizar el proyecto empresarial en el propio entorno socio-cultural del centro mediante la metodología de aprendizaje-servicio, donde los alumnos aprenden al trabajar en necesidades reales del entorno con la finalidad de mejorarlo.
- Desarrollo de proyectos empresariales con metodologías ágiles:
Aunque en un principio, las metodologías ágiles se centraban en desarrollar negocios tecnológicos, se pueden extraer muchas conclusiones que son aplicables a cualquier idea empresarial.
En concreto, son buenas para trabajar con alumnos al ser proyectos donde no vamos a encontrar toda la información necesaria o no vamos a poder planificar el desarrollo en su totalidad. Pues finalmente, hablamos de trabajos de clase con una finalidad didáctica, independientemente que algunas ideas empresariales puedan convertirse en una realidad.
Además, se basan en los principios de colaboración y participación activa de todos los miembros del equipo, fomentando el aprendizaje y la capacidad de desarrollar tareas de forma autónoma.
- Humanización de la figura del empresario:
Como consecuencia de todo lo anterior, acercamos la figura del empresario a la realidad del alumno. Ya no es representado como una persona distante, fría y calculadora, preocupada por crear imperios. Sino alguien con vocación que desea desarrollarse como persona y profesional ofreciendo aquello que sabe hacer en beneficio de la sociedad.
Y también, más en consonancia con el nuevo concepto de liderazgo que debe motivar a unos colaboradores; más en consonancia con la curiosidad y el deseo de aprender a lo largo de toda la vida.
¿Has puesto en marcha o conoces iniciativas emprendedoras realizadas por alumnos?
Ya lo decía Steve Jobs: “Encuentra aquello que amas”.