Por Lluïsa Alcalde.
Para enseñar, hay que cambiar, hay que soltar, hay que sanar, hay que formarse y hay que crecer. Por tanto, hay mucho trabajo por hacer, mucho por comprender y mucho que aprender, pero si es nula la voluntad propia y colectiva, y sin acción, todo seguirá siendo una mera utopía. Todos, en algún momento, podemos optar por el cambio, pero esto ocurre en el momento en que cada uno está listo para enfrentarse a sus propias sombras. Paradoxalmente el cambio es lo único constante, todos crecemos, evolucionamos y adquirimos una conciencia mayor de las consecuencias de nuestro comportamiento.
¿Por qué no lanzamos al mundo todo lo bueno que somos? Nuestras fortalezas, virtudes y valores son el motor de nuestro cambio, nuestro carburante, la clave de nuestra transformación personal y espiritual, y la de ellos, nuestro alumnado.
Las reformas educativas no tienen sentido porque simplemente están mejorando un modelo obsoleto, lo que requiere valor por el compromiso con el desarrollo y el bienestar de uno mismo y de contribución a la sociedad.
En nuestra sociedad es mucho más fácil proyectar la culpa al otro o a la fortuna, de lo que nos ocurre, en lugar de tener la valentía -o la capacidad psicológica- de asumir que gran parte de lo que nos sucede es una consecuencia, evitable o inevitable, de nuestros actos.
Para cambiar nuestro interior y exterior es necesario una acción responsable y consciente, superando limitaciones y miedos sociales. Si una persona no dispone de ese pensamiento activo, conciencia emocional y sensibilidad al mundo emocional propio, y ajeno, con el que cuestionarse ciertas situaciones, se sentirá muy insatisfecha. Cuando esa misma persona tampoco es capaz de entender las propias emociones, de aprender de los errores o responsabilizarse de las propias acciones y de sus consecuencias, vivirá en un estado mental donde la irreflexión solo generará un único resultado: la infelicidad.
La acción y el propio deseo de cambio están en nuestra mente. Se vive mejor sin esperar nada de nadie y esperándolo todo de nosotros mismos. Éxito es ante todo bienestar, es la capacidad de ser creadores de nuestra propia felicidad en cualquier ámbito de la vida. Y la conciencia auto reflexiva es en realidad una habilidad meta-cognitiva que todos podemos entrenar y potenciar, entendiendo la vida como un aprendizaje continuo donde es esencial ser receptivo a todo lo que nos envuelve. Personas capaces de establecer un diálogo interno saludable y útil con el que intuir errores, carencias, inseguridades y malestares con el fin de sanarlos y construir día a día, una mejor versión de su persona.
Aquello que nos rodea es en realidad el reflejo de lo interior. Nuestras circunstancias pueden subir y bajar, pero no tenemos que ir con ellas. Tenemos la oportunidad de cambiar las cosas, y tanto docentes como familias debemos ser agentes inspiradores y semillas del cambio que fomenten el desarrollo completo del ser potencial e incluya las competencias emocionales; pues si no plantamos semillas no habrá siembras posteriores.
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Autor:Lluïsa Alcalde

Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices
En mi caso a consecuencia de dificultades en la vida es cuando mas evolucione
Gracias por compartir
¡Gracias a ti, Lidia!.
Aprender a ver las diferentes situaciones de la vida con mirada constructiva es el primer paso para madurar y ser feliz.
Lo que da sentido a la vida es la evolución espiritual.
Todas las personas necesitamos dar sentido a nuestra vida; en caso contrario, no experimentamos la felicidad deseada. La realidad es que todos buscan el sentido de vivir en función del nivel de consciencia en el que se encuentran.
Por tanto los problemas y el sufrimiento en las relaciones humanas son proporcionales al nivel de conciencia en que cada uno nos encontremos y hayamos madurado.
Parece que sanarse implica discernir emociones y reacciones, saber poner límites y distancias, contactar quizás con el perdón (o no) y no escuchar las peticiones egoicas que sólo buscan autoabastecerse sin empatía ni miramiento por los demás.
Mi experiencia es que cuando desoigo al ego siempre acierto. Aunque cuesta romper dinámicas del pasado. Ahí vamos caminando y aprendiendo, caminando y evolucionando, y siempre aprendiendo nuevos matices…
Abrazo de luz